Curanderos: los médicos del alma que la ciencia no entiende

 Curanderos: los médicos del alma que la ciencia no entiende


Imagina que despiertas una mañana con un dolor que no logras explicar. No es solo físico… hay algo dentro de ti, como una inquietud, un peso que te oprime. Vas al médico, te hacen exámenes, análisis, radiografías… y te dicen que no tienes nada. Pero tú sabes que algo no está bien. Entonces alguien, quizá tu abuela, tu vecino o un amigo, te dice: “Ve con el curandero”.

En ese momento entras en un universo distinto, donde el humo del copal reemplaza al olor de alcohol hospitalario, y donde el silencio se llena de rezos, cantos y símbolos. Ahí, frente al curandero, no solo eres un cuerpo enfermo: eres un alma herida, un ser completo que busca equilibrio.

¿Qué es un curandero?

El curandero es, en palabras de Rutilio García Pereyra y Efraín Rangel Guzmán, “un elemento representativo de la cultura, una figura mítica de respeto y de temor, buscada por su capacidad de explicar lo oculto, aquello que escapa a la razón.

A diferencia del médico, que se apoya en estudios científicos y protocolos clínicos, el curandero trabaja en un terreno donde lo simbólico, lo espiritual y lo psicológico se entrelazan. Su práctica, lejos de ser improvisada, es heredada de generaciones, moldeada por la tradición indígena, el conocimiento empírico y, en muchos casos, una profunda conexión con lo sagrado.

Tú lo conoces quizá por otros nombres: brujo, chamán, yerbero, huesero, partera… todos reflejan la misma esencia: alguien que cura, aunque no tenga diploma colgado en la pared.



El don de sanar

Te sorprendería saber que muchos curanderos no se proclaman a sí mismos sanadores por elección, sino por “don”. Algunos aseguran que fue un sueño el que les reveló su capacidad; otros cuentan que un maestro —un abuelo, un padre, una comadre— los inició en los secretos de las hierbas, los rezos y los rituales.

Ese don no solo consiste en preparar remedios de plantas, inciensos o ungüentos. Es también la habilidad de tocar el alma del paciente. Porque, como señala González Quevedo, “el poder de la sugestión reduce la angustia del paciente, y la imposición de las manos influye notablemente en su estado de ánimo”.

En otras palabras, un curandero no solo atiende el dolor físico, sino que logra algo que a veces la medicina científica no alcanza: hacerte sentir acompañado, escuchado, comprendido.

El ritual: un puente entre mundos

Déjame contarte cómo es una sesión con un curandero.

La cita puede ser de noche, quizá a las nueve. El cuarto está en penumbra, iluminado por velas. El curandero prende un cigarro de tabaco fuerte —el mapacho— y sopla su humo sobre un frasco con ayahuasca, como si el humo fuera un puente entre este mundo y otro invisible.

No hay batas blancas, sino oraciones, cantos, símbolos. Cada objeto en ese lugar tiene un sentido: las hierbas, las imágenes de santos, las piedras o figuras de yeso. Todo forma parte de lo que los investigadores llaman un proceso semiótico: un lenguaje de gestos, sonidos y símbolos que crean un ambiente de sanación.

El médico te habla de diagnósticos; el curandero te habla de energías. El médico observa tu cuerpo; el curandero observa también tu ánimo, tus silencios, lo que tu mirada revela.

Y aunque la ciencia pueda decir que lo suyo son placebos, no puedes negar que al salir de esa habitación, te sientes distinto.



¿Por qué la gente busca a los curanderos?

Quizá te preguntes: si tenemos hospitales, médicos especializados y tecnología, ¿por qué alguien elegiría un curandero?

La respuesta es simple: porque no siempre buscamos una pastilla, sino alivio.

El antropólogo María Eugenia Modena lo resumió así: “Cuando aparece el malestar, la sensación de enfermedad o la crisis aguda en que el cuerpo denota que algo negativo se expresa en él, surge el curador”

Quien acude a un curandero lo hace por múltiples razones:

  • Porque la medicina ya lo desahució.

  • Porque necesita paz espiritual.

  • Porque quiere comprender lo que vive desde otra perspectiva.

  • Porque busca lo que un hospital no le puede dar: consuelo, misticismo, esperanza.

Y lo más curioso es que no solo van campesinos o personas humildes. También lo hacen aquellos con dinero, estudios y poder.

Curandero vs. médico: dos visiones del mundo



Ahora, aquí está la gran diferencia.

El médico científico ve al cuerpo como una máquina compuesta de órganos, tejidos y células. Su tarea es reparar lo que está roto, con fármacos, cirugías o terapias.

El curandero, en cambio, entiende al ser humano como un todo. Para él, la enfermedad no es solo un mal físico, sino un desequilibrio entre cuerpo, mente y espíritu.

Mientras el médico te receta antibióticos, el curandero puede darte un té de ruda, imponerte las manos o hacer una limpia con huevo. Y aunque la ciencia lo descalifique, en ese momento, lo que recibes no es solo un remedio: es un acto de fe.

Como señala Anzures y Bolaños, “se trata de un sistema sincretista en el que influyen substancias naturales, creencias religiosas y factores psicológicos”

En otras palabras, un curandero mezcla plantas, símbolos y fe, mientras un médico mezcla químicos, estadísticas y ciencia.

El poder de lo invisible

Pero aquí hay un punto clave: gran parte del efecto del curandero está en lo invisible.

La sugestión, el poder de la palabra, del gesto, del símbolo. Cuando el curandero te toca la frente y murmura una oración, tu mente se relaja. Cuando enciende incienso, tu cuerpo asocia el olor con lo sagrado. Cuando agita sus manos sobre ti, sientes que algo cambia.

El semiólogo Umberto Eco decía: “El signo es todo aquello que tiene significado”. En el mundo del curandero, cada humo, cada canto, cada movimiento es un signo que reconfigura tu manera de sentirte

Quizá la ciencia lo llame “placebo”. Pero, dime algo: si ese placebo logra que tu dolor desaparezca, ¿acaso no es también una forma de curación?

Perseguidos y necesarios

A lo largo de la historia, los curanderos han sido perseguidos. En tiempos de la colonia, la Inquisición los acusaba de brujos. Hoy, muchos médicos los llaman charlatanes.

El Diccionario de la Real Academia Española los define como “personas que hacen de médico sin serlo”. Pero esa definición, como señalan los investigadores, ignora el peso cultural y social que tienen

Porque en cada pueblo, en cada barrio, el curandero representa algo más que un sanador. Es también consejero, guía espiritual, guardián de la tradición.

Y frente a un sistema de salud que muchas veces no alcanza a todos, los curanderos siguen siendo una alternativa real, especialmente para los más pobres.

¿Milagro o cultura?

Entonces llegamos a la gran pregunta: ¿los curanderos curan de verdad?

Los antropólogos dicen que sí… pero no siempre de la manera que imaginas. Muchos de los que acuden a ellos sufren enfermedades psicosomáticas, dolencias que nacen en la mente y se manifiestan en el cuerpo 

En esos casos, la fe, el ritual y la sugestión son tan poderosos como una medicina.

Y ahí está la clave: no se trata de enfrentar ciencia contra magia, sino de entender que la salud es más amplia que un diagnóstico clínico.

Una herencia que sigue viva

Quizá pienses que esto es cosa del pasado, que los curanderos pertenecen a una era sin hospitales ni tecnología. Pero la verdad es otra: siguen vivos, activos, buscados.

En pleno siglo XXI, en las ciudades, en las calles llenas de anuncios y hospitales privados, todavía hay quienes tocan la puerta de un curandero. Y es que, como concluye el estudio Curanderismo y magia: “Los rituales del curandero siempre estarán impregnados del elemento mágico, atribuyendo poderes sobrenaturales o divinos, porque de algún modo satisfacen la necesidad de salud que el Estado no ha sido capaz de proporcionar”

Y si lo piensas bien, incluso en tu propia casa, esa tradición sigue presente. ¿Acaso nunca tu madre o tu abuela te prepararon un té de manzanilla para el dolor de estómago? ¿Nunca te pusieron un cataplasma de hierbas? Eso también es herencia de los curanderos.

Epílogo: el médico del alma

Hoy quiero dejarte con esta reflexión:

Un médico puede salvarte la vida con un bisturí. Pero un curandero puede devolverte la esperanza con una oración. Y en un mundo donde la salud es también equilibrio emocional y espiritual, ambos tienen un lugar.

Porque, en el fondo, la pregunta no es si los curanderos curan como los médicos. La verdadera pregunta es: ¿qué necesitas tú para sanar?

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