El Alma Perdida y las Hierbas que la Llaman: Recetas Ancestrales Contra el Espanto
¿Alguna vez han sentido que un susto les ha robado algo más que la calma? ¿Una sensación de vacío, un desgano que se pega al cuerpo como la sombra de la tarde? En nuestras tierras, ricas en saberes y misterios, a esa sensación se le conoce como “espanto” o “suto”. No es una simple palabra, es la descripción de un alma que, tras una fuerte impresión, se ha desprendido momentáneamente de su cuerpo.
Por ejemplo, al mirar a un niño. El médico dirá que no tiene nada, que solo
fue un sobresalto. Pero su abuela, con la sabiduría que le heredaron sus
ancestros, sabe que su “espíritu” se ha quedado atrás, atrapado en el lugar del
susto. Como describe el antropólogo Arthur Rubel, quien
dedicó años al estudio de este fenómeno en comunidades de México y Guatemala,
el susto es “una enfermedad popular” que se basa en la creencia de que “una
fuerte emoción es la responsable de la pérdida del alma”. Y cuando el alma se
pierde, el cuerpo padece.
Pero así como existe el mal, existe el remedio. Nuestras abuelas y los
curanderos de nuestros pueblos guardan con celo las “recetas contra el
espanto”. No son simples preparados, son rituales de amor y fe que buscan
llamar al alma de vuelta a su hogar.
Hoy, les compartiré algunas de estas recetas, no como una simple lista de
ingredientes, sino como un viaje al corazón de una sabiduría que se niega a
morir.
La Limpia: Un Barrido para el Alma
La primera y más conocida receta es la “limpia”. Es un acto de
purificación, un barrido energético para quitar el “aire” pesado que dejó el
susto. Para ello se usan hierbas con propiedades protectoras.
La ruda, con su aroma penetrante, es valiente y aleja las
malas energías. El romero, bendecido por el sol,
purifica y fortalece. La albahaca, dulce y
sagrada, llama a los buenos espíritus. Y el pirul, el árbol
sagrado, es un poderoso limpiador. Se forma un ramo con estas hierbas frescas y
se “barre” el cuerpo de la persona asustada, de la cabeza a los pies, rezando
con fe para que todo mal se vaya. A veces, el ramo se pasa por el humo de copal
o incienso, un sahumado que eleva las plegarias y limpia el ambiente.
El Llamado del Espíritu: La Sopa que
Reconforta
Una vez que el cuerpo está limpio, hay que nutrirlo y, a la vez, llamar al
espíritu para que regrese. Para esto, no hay nada como una sopa reconfortante,
una “sopa de espanto”.
No hay una única receta, pues cada familia tiene su secreto. Pero casi
siempre llevará ajo para espantar los miedos, cebolla para purificar la sangre, y hierbas como el cilantro o la hierbabuena para
devolver la frescura y la alegría. Mientras se prepara, se le habla al caldo,
se le pide que sea medicina, que llame al espíritu perdido con su aroma y su
calor. El acto de tomar la sopa es un ritual en sí mismo, un abrazo líquido que
le dice al alma: “vuelve a casa, aquí te cuidamos”.
El Huevo Sanador: El Diagnóstico del
Alma
En casos más profundos de espanto, se recurre al huevo. Como lo documentó
el investigador italiano Italo Signorini en
sus estudios sobre la medicina tradicional, el huevo tiene la capacidad de
absorber la energía negativa. Él y su colega Alessandro Lupo plantearon que “el
susto es uno de los daños más grandes que podría sufrir un hombre, debido a que
lleva a contraer muchas enfermedades y también la muerte”.
Se pasa un huevo fresco por todo el cuerpo del asustado, mientras se reza
en silencio. El huevo, en su fragilidad, recoge el mal. Al romperlo en un vaso
con agua, las formas que crea la yema y la clara son leídas por el curandero.
Burbujas, hilos, mantos… cada figura cuenta la historia del susto y revela si
el espíritu ya ha regresado o si necesita más ayuda.
Estas recetas, que pueden parecer simples supersticiones a los ojos
modernos, son en realidad un complejo sistema de sanación que atiende al
cuerpo, a la mente y, sobre todo, al espíritu. Son la prueba de que nuestras
culturas ancestrales entendían algo que la ciencia apenas comienza a explorar:
que las emociones tienen un impacto profundo en nuestra salud y que la sanación
verdadera es un acto de amor, fe y comunidad.
Así que la próxima vez que sientan ese frío inexplicable, ese cansancio del
alma, recuerden la sabiduría de la abuela. Quizás solo necesiten una limpia con
romero, una sopa caliente o el susurro de una oración para llamar a su espíritu
de vuelta a casa.