El misterio del susto: Las Curas de Espanto en el Perú
Imaginen a
una joven, llamémosla María, que un día, mientras pastoreaba sus ovejas en los
altos de Cusco, ve caer un rayo tan cerca que el estruendo la deja paralizada.
Días después, María no es la misma. Ha perdido el apetito, está pálida, llora
sin razón y tiene pesadillas recurrentes. Su familia, lejos de llevarla a un
centro de salud convencional, sabe que el "susto" le ha hecho un mal.
Su alma, asustada, ha quedado atrapada en el lugar del incidente.
Es aquí
donde entra en acción el curandero o chamán, un personaje central
en esta narrativa de sanación. Este experto en lo invisible, a través de
rituales ancestrales, busca devolverle el alma a la persona. El sociólogo Fernando
Fuenzalida explicaba que el "susto" no es solo una enfermedad,
sino "un desequilibrio del ser humano con su entorno, con la
naturaleza".
El ritual: Un viaje para recuperar el alma
La cura del
susto es un ritual que puede variar según la región, pero que comparte
elementos comunes. Generalmente se lleva a cabo al anochecer, el momento en que
se cree que el "alma" es más receptiva a ser llamada. El curandero
prepara un sahumerio con hierbas como la ruda, el romero y el incienso. El
humo, considerado sagrado, purifica el espacio y ahuyenta a los malos
espíritus.
Luego, con
la persona asustada recostada, el curandero realiza un barrido con un
atado de hierbas, o incluso un huevo, por todo el cuerpo. Con cada pasada,
murmura rezos en quechua o español, llamando al alma perdida: "¡Alma de
María, ven! ¡Regresa a tu cuerpo!" El curandero le habla al lugar del
susto, a la tierra, a los cerros, pidiéndoles que liberen el espíritu
capturado. A veces, la persona debe beber una infusión de hierbas amargas para
"limpiar" el cuerpo por dentro.
El
antropólogo Manuel Marzal, en su libro El Sincretismo en el Perú,
describe estos rituales como "un sistema de creencias que ofrece a la
gente un marco para entender sus desgracias y, a su vez, una forma de actuar
para solucionarlas". La persuasión en este ritual no reside en la medicina
moderna, sino en la creencia, en la fe y en la reconexión con la tierra. La
sanación ocurre cuando el individuo, a través del ritual, se convence de que su
alma ha regresado.
El día
después, la familia de María la ve más animada. Ha vuelto a comer, su semblante
ha recuperado color. El miedo ha sido exorcizado. La historia de María es solo
una de las miles que se cuentan en Perú, demostrando que en la cosmovisión
andina, la salud no es solo la ausencia de enfermedad física, sino la armonía
entre el cuerpo, el alma y el universo. Las curas de espanto son, en esencia,
un recordatorio de que somos parte de un todo, y que a veces, para sanar,
debemos reconciliarnos con los lugares y los espíritus que habitan nuestra
tierra.
La ciencia y la espiritualidad: ¿Un puente entre dos
mundos?
Aunque para
la medicina occidental el susto puede asociarse a un trastorno de estrés
postraumático, a nivel sociocultural su significado va más allá de un
diagnóstico clínico. En 2004, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
reconoció la existencia de este tipo de síndromes culturales, admitiendo que el
bienestar de un individuo está profundamente ligado a su contexto cultural y
espiritual.
Como dice el
antropólogo y especialista en salud intercultural Julio César Londoño,
estas prácticas ancestrales "no son un desafío a la medicina, sino un
complemento, una respuesta que la ciencia no puede dar a un mal que es del
alma".
En las altas cumbres de los Andes peruanos, donde las montañas tocan el
cielo y los vientos murmuran historias antiguas, existe un mal que no se ve,
pero se siente con todo el ser: el susto, o como se le conoce en
quechua, el Mancharisqa. No es una simple gripe o un dolor de cabeza,
sino un padecimiento del alma. La creencia andina dice que un impacto emocional
tan fuerte como una caída, un accidente o un encuentro repentino puede arrancar
el espíritu, la "sombra", del cuerpo, dejándolo a la deriva.
La enfermedad de la sombra perdida
Imaginemos a un comunero, de repente pálido, sin apetito, con un miedo que
lo paraliza. Siente náuseas, su cabeza le da vueltas y, en el peor de los
casos, una sensación de muerte inminente lo invade. Su familia, lejos de buscar
una pastilla, sabe lo que ocurre: el susto
ha robado su esencia. Es aquí donde la medicina tradicional andina se convierte
en la única esperanza.
Para curar este desequilibrio, se recurre a los yatiris
o curanderos, guardianes de la
sabiduría ancestral. Estos especialistas no solo son sanadores, sino también
intermediarios entre el mundo visible y el invisible. Su misión es traer de
vuelta el alma extraviada y restaurar la armonía perdida.
El ritual para llamar al espíritu
La cura del susto es un ritual lleno de simbolismo, una ceremonia que invoca
a la tierra y a los espíritus. El yatiri
,
rodeado de la familia del paciente, comienza su labor. Los elementos que usa no
son al azar; cada uno tiene un propósito sagrado:
·
Llamando al ánimo: El curandero toma una
pequeña campanilla y la hace sonar mientras pronuncia el nombre del paciente,
una y otra vez. Se cree que el sonido, junto con la invocación, es un llamado
directo al espíritu para que regrese a su hogar.
·
Ofrendas a la tierra: Se preparan
ofrendas especiales que pueden incluir hojas de coca, cigarrillos y huevos.
Estos elementos se utilizan para apaciguar a los espíritus del lugar donde
ocurrió el susto, pidiéndoles que liberen al alma del paciente.
·
Baños de florecimiento: El curandero
prepara una mezcla de plantas y hierbas. Este "baño de florecimiento"
purifica y revitaliza el cuerpo, limpiando las energías negativas que el susto
dejó a su paso.
·
El rol de la familia: La sanación no es
un acto solitario. Es un rito comunitario donde la familia participa
activamente, brindando su apoyo emocional. En algunos casos, se usa la ropa del
paciente como parte del ritual, fortaleciendo el vínculo con el cuerpo que el
alma debe habitar.
Se cree que los días más propicios para realizar estas curas son los martes
y viernes, días que la tradición andina considera más potentes para este tipo
de rituales. Al final del ritual, el yatiri
puede dar al paciente un brebaje o producto local para completar la
purificación.
Al igual que en otras partes del mundo, estas prácticas demuestran que la salud va más allá de lo físico. El Mancharisqa es un recordatorio de que, en la cosmovisión andina, el bienestar es un delicado equilibrio entre el cuerpo, el espíritu y el mundo natural.